La mitología de Tánger es un capítulo rico y agradable de su "historia". Este lugar tan particular del Mediterráneo, a las puertas del océano desconocido, ha nutrido el imaginario de todos los pueblos ribereños del Mare Nostrum. Hoy en día, las guías turísticas se complacen en la narración - frecuentemente fantasiosa - de estas historias. Por lo que he podido comprobar, las leyendas sobre los orígenes de la ciudad o sobre los hechos acaecidos en su región de influencia tienen dos orígenes: la fuente bereber basada esencialmente en la lingüística y la fuente griega mucho más abundante y documentada.

La tradición oral tangerina nos dice que, después del diluvio, yendo a la deriva el Arca de Noé a la esperar de tocar tierra firme, sucedió que una paloma con las patas manchadas de barro se posó en el puente del Arca. Sus ocupantes exclamaron entonces "Tin jâa", o sea la tierra ha llegado (nota 1). Evidentemente, es muy poco probable que la lengua de Noé fuera el árabe ... Tanja, en lengua bereber, significa humedal, lo que tendería a probar la existencia de un

asentamiento humano amazigh bastante anterior a la llegada de los fenicios  (nota 2).

Son los relatos griegos los que nos han hecho llegar las más bellas leyendas acerca de Tánger. Según Platón, la región de Tánger, así como el resto de "Libia", era el dominio del gigante Anteo.

Platón

En la mitología griega, Anteo era el hijo de Poseidón (nota 3) i de Gea (nota 4). Este gigante "monstruoso" obligaba a luchar contra él a todos los viajeros que osaban franquear sus dominios. Una vez vencidos y muertos, adornaba con sus cráneos el templo dedicado a su padre. Dio el nombre de su esposa, Tinga, a su territorio que abarcaba los famosos jardines de las Hespérides, reputados por sus frutos (¿manzanas?) de oro. La extensión de estos jardines abarcaba desde la actual Ceuta hasta la Lixus antigua (región de Larache). El robo de tres de estos frutos de oro fue uno de los doce trabajos del semidiós más popular de la antigüedad helénica: Heracles, el Hércules de los romanos. En lo que concierne a las Hespérides, eran las ninfas del ocaso (occidente). Eran tres: EGLE (la resplandeciente), ERITIA (la roja) y HESPERARETUSA (la aretusa de poniente), y tenían por misión velar por su maravilloso jardín repleto de frutos de oro con la ayuda de Ladón, el dragón de las cien cabezas. Heracles consiguió apoderarse de los frutos tan deseados, enviando con artimañas a Atlas en su lugar a la lucha contra Ladón  (nota 5).

Al llegar a los dominios de Anteo, Heracles fue desafiado a muerte por éste. Las huellas de esta lucha aún perduran en la geografía local. Cada vez que Heracles tumbaba a Anteo, este recuperaba de inmediato toda su fuerza al contacto con la tierra, o sea Gea, su madre. Finalmente, Heracles pudo con Anteo, ahogándolo mientras lo sostenía en el aire.

Heraklès y Anteo

En el decurso de esta titánica batalla, un golpe de sable de Heracles abrió el estrecho de Gibraltar. Acto seguido, el hijo de Zeus y de Alcmena erigió dos columnas a ambos lados del surco. Otra versión de la leyenda atribuye la apertura del estrecho a un golpe de hombro de Heracles. Las columnas de Hércules simbolizarían por muchos siglos los limites del mundo conocido. Heracles tomó por esposa a la viuda de Anteo, que le dio un hijo, Sófax. Este fundó una ciudad que llamó Tingis en homenaje a su madre. El hijo de Sófax engendró a Diodoros que fue el origen de las primeras dinastías reales de Mauritania. La leyenda atribuye también a Heracles la creación de las grutas situadas al sur del cabo Espartel, en la costa atlántica. Las grutas de Hércules deben probablemente su origen a la industria neolítica. En efecto, los habitantes de la región extraían piezas circulares de la roca caliza que luego eran utilizadas como muelas de molino. La leyenda añade que el cadáver de Anteo fue enterrado por su vencedor bajo la colina del Charf, la cual, por cierto, tiene aún hoy un marcado perfil antropomórfico.

Ulysse y Polyfemo

Tánger y su región han sido igualmente citados como uno de los escenarios de las proezas de Ulises, el celebre héroe del no menos célebre poema de Homero, la Odisea. Las grutas de Hércules habrían sido las del cíclope Polifemo, hijo de Poseidón, que acabó tuerto merced al ingenio de Ulises. Finalmente, recordemos que para los autores griegos antiguos, Tánger, "la más bella ciudad del mundo conocido", es un lugar escogido por los dioses, dónde los hombres "son los más grandes y hermosos que se puedan hallar" (sic).